El día
tres del último mes de agosto,
la agencia EFE difundió una
crónica, publicada por
diferentes medios nacionales,
sobre el recital ofrecido por
Enrique Morente la noche
anterior en los Jardines de
Sabatini. En dicha crónica, su
redactor, basándose en la
información del programa de
mano, afirmaba que Morente había
cantado temas con textos de Luis
Cernuda y San Juan de la Cruz
del disco Morente sueña la
Alhambra. ¡Qué poco conocía el
incauto y confiado periodista al
maestro! En realidad éste sólo
cantó una copla que pudiera
atribuirse al mencionado disco y
además con letra de jaleos
extremeños: “Le quise cambiar y
no quiso...”
Esta anécdota reciente- existen
otras muchas más antiguas-
pretende ilustrar la intención
de este escrito para proclamar
la incorruptible libertad
(Enrique dice que es la mala
follá granaína) que ha presidido
y preside la carrera artística
de Enrique Morente. Una libertad
que ha sido en el pasado causa
de inquinas y antipatías de
determinados personajes de la
crítica, la flamencología e
incluso la misma profesión;
inquinas y antipatías que no han
conseguido doblegar la firme
voluntad de Morente de
mantenerse fiel al principio de
que no puede haber creación
artística sin afrontarla con el
espíritu libre de tópicos,
recelos y servilismos. Escribió
con acierto y sentido
clarividente el empresario
mejicano Juan Ibáñez, en la
carátula del disco Homenaje
flamenco a Miguel Hernández, de
1971, que Enrique era un artista
porque no era un cantaor
sirviente. ¡Y cuánta razón
tendría!
En los 37 años transcurridos
desde entonces hasta hoy Enrique
Morente ha construido una de las
obras más flamencas y
revolucionarias de toda la
historia de este arte. Ya, la
aparición de aquel disco
dedicado al poeta mártir de
Orihuela, fue interpretada por
periodistas influyentes como una
transgresión a los sagrados
cánones que estipulaban que las
letras del flamenco habían de
ser las coplas de la tradición.
Años más tarde, Morente recreó
en un álbum antológico los
principales cantes de don
Antonio Chacón en una etapa en
la que reinaba el mairenismo más
militante y excluyente. Antes y
después de 1977 aparecieron
otros cantes y discos que
llevaron y llevan la semilla de
la innovación y la creación
flamencas.
El San Juan Evangelista ha sido
testigo privilegiado a lo largo
de sus cuarenta años de
existencia, de la formación y
desarrollo de este inmenso
artista libre que se ha
convertido, a fuerza de ser
flamenco, en una de las figuras
más prestigiosas no sólo de su
género sino también del panorama
de la música nacional e
internacional.
Balbino Gutiérrez
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