CRÍTICA ·· José Manuel Costa - El País
“Tete Montoliu, un renovado encuentro con la elegancia"
 

Nueva vista de Tete Montoliu a Madrid, en le marco del Colegio Mayor San Juan Evangelista, que en la sesión del sábado por la tarde se vio desasistido debido al tiempo. Las otras dos actuaciones, el sábado por la noche y el domingo por la tarde, lograron recomponer la normalidad, y el teatro se llenó como es debido a este pianista catalán.

Tete Montoliu, que parece un mirlo blanco en el desértico ambiente del jazz hispano, volvió para proporcionarnos el placer de algo conocido que no se resigna a permanecer igual a sí mismo. Su estilo no es muy complicado de apreciar. No van con él las grandes disquisiciones, los movimientos laterales y / o abruptos de la melodía o los contrastes salvajes. No. Su línea melódica es más bien ondulada, pero neta y clara. Su mano derecha muestra un prodigio de agilidad que en Tete no es un hecho meramente físico, sino, sobre todo, espiritual. La izquierda, en tanto, abandona casi por completo esa digitación prodigiosa y entra más en el terreno de los acordes, de unas armonías nunca o casi nunca demasiado alejadas en altura del chorreo de notas que nos proporciona su hermana. Tal parece que esas manos reunidas, así como un parco empleo de los pedales o el mantenimiento de una pulsación casi siempre igual, sirven a Tete para, en determinados y estratégicos momentos, acentuar salvajemente algún cambio de pasaje, la entrada de alguna improvisación, una variación de tiempo…

Cuando uno se introduce en la interpretación tras ese primer paisaje de la velocidad arrebatada y la claridad de exposición, se encuentran aún nuevos matices, como debe suceder en cualquier artista que se precie de serlo. Son esas mínimas retenciones de los silencios, esas aparentes dudas a la hora de atacar una nota en medio del compás, las que definen la síncopa y crean el swing. Son esas pequeñas citas que pueden evocar una noche bajo la mirada ela luna o cambiar su luz por la de un amanecer mediterráneo.

Junto a él actuaron el batería Peer Wyboris y el bajo Horacio Fumero. Son, sobre todo en el caso de Wyboris, dos buenos artesanos que ponen toda su ciencia al servicio del arte que crea Tete. Sus improvisaciones era correctas, pero daba un poco la impresión de que Tete podía haber tocado solo. Sencillamente, está a otra altura, y, por suerte para todos nosotros, una muy elevada.


J.M. COSTA – El País – Cultura 09/11/1982

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