ALEJANDRO REYES
El 'Johnny', un símbolo en
peligro
ELMUNDO 18/06/2009 |
LDicen que cierran
el Johnny, al menos un año, por reforma.
Muchos temen que sea para siempre. Y a
todos nos gustaría que no fuera así.
Porque el Colegio Mayor San Juan
Evangelista, el Johnny como es conocido,
es un símbolo de cultura, de libertad y
de pluralismo en la Universidad
Complutense, y no sólo en la
universidad.
El pasado mes de mayo Unicaja, a cuya
Obra Social pertenece el colegio,
anunció que lo cierra para someterlo a
una reforma arquitectónica. Como no se
ha presentado proyecto de obra ni
presupuesto ni fecha de ejecución,
cientos de colegiales y antiguos
residentes temen que sea el fin de la
institución. Por eso, han creado una
Asociación Cultural que intenta salvar
el legado y ofrecer a la Universidad
Complutense y a la entidad financiera
cualquier ayuda necesaria para lograr
que el Johnny continúe existiendo.
Sería mucho lo que se perdería. Me
resulta difícil recordar más de 40 años
de historia, pero si hubiera asimilado
todo, tendría ahora una gran sabiduría.
La faceta musical ha sido la más
conocida. Por el Club de Música y Jazz
San Juan Evangelista han pasado las
grandes estrellas del jazz y el
flamenco. Camarón de la Isla dio su
último concierto allí. Pero ya había
estado en los 70, cuando aún le
presentaban como José Monge y el
flamenco era mucho menos reconocido que
ahora.
Ése fue uno de los méritos del Johnny:
hacer accesible las músicas cultas y
minoritarias al público. Y hacerlo desde
la Universidad, en una residencia de
estudiantes. En ella, generación tras
generación de jóvenes llegados a Madrid
para estudiar, consiguieron sin cobrar
por su trabajo levantar una de las más
excelentes programaciones musicales de
España.
Toda la historia se puede consultar en
la web www.sanjuanevangelista.org, pero
por recordar músicos que me causaron
impresión, citaría al cubano Bebo
Valdés, el quejío de Enrique Morente, al
folklorista argentino Jorge Cafrune, al
cantautor Pablo Milanés, al pianista de
blues Memphis Slim, al trompetista
africano Hugh Masekela, a los Cinco
Ciegos de Alabama en gospel, al
violinista Stephane Grapelli, al
pianista catalán Tete Montoliu, al
korista africano Ali Farka Toure, a la
vocalista Diane Schuur y los cantautores
españoles Aute, Sabina, Labordeta y
Pablo Guerrero.
También estuvo el jazz-flamenco con
músicos como Chano Domínguez, Jorge
Pardo, Javier Colina o Carles Benavent.
Y el folk, con Gwendal, Milladoiro y
Oskorri. Respecto al jazz, no hay casi
estrellas que no hayan estado en el San
Juan. Excepto Miles Davis, cuyo caché se
nos escapaba ya en los 80, han estado
todos: Dizzie Gillespie, Dexter Gordon,
Freddie Hubbard, Art Blakey, Elvin Jones,
Chick Corea, Bill Evans, Archie Shepp,
Phil Woods, Kenny Barron, John
McLaughlin, Pharoah Sanders, Cecil
Taylor, John Zorn, Lester Bowie, Jack
DeJohnette, Dave Douglas, John Scofield...
Hasta Chet Baker tocó en 1988 y fue
también el último concierto antes de
fallecer.
Reivindicar el flamenco fue una clave
del club y es más fácil decir quién no
actuado allí que escribir la inmensa
nómina de artistas que llevaron el cante
hasta el San Juan. Pero al recordar lo
que el Johnny ha significado sería
injusto referirse sólo a la música. Ha
sido todo un referente cultural y
político en la universidad y me atrevo a
decir que también en toda España. En los
tres primeros lustros de su existencia,
desde los años 67 al 82, fue un un
abanderado en la lucha por las
libertades y la democracia. Sufrimos
prohibiciones, multas, amenazas de
cierre, entradas de la policía y
encarcelamientos. En la efervescencia de
aquellos años, la universidad era un
hervidero de jóvenes que luchaban por
las libertades. Y el Johnny fue un foco
de reunión y activismo.
Allí se reunieron partidos clandestinos,
se formaron otros y entraron los grises
continuamente en busca de disidentes del
franquismo. Se nos conoció como el
colegio rojo, y es verdad que había
miembros de todas las siglas de la
izquierda, pero en realidad éramos un
colegio de defensores de la democracia.
Esa misma democracia que imperó siempre
en el régimen interno, basado en las
decisiones en asamblea y el respeto a
todas las personas que allí estaban.
Jóvenes de toda a España que encontraban
alojamiento y oportunidad de desarrollo
personal en una institución que amaba la
libertad y la creatividad.
Todas estas inquietudes se deben en
parte al fundador del colegio, Jesús
Cobeta, que, aparte de imprimirle este
carácter de avanzadilla académica, dio
cabida a estudiantes de todas las clases
sociales, de forma que pudieran pagar el
pensionado.
En lo cultural, además de la música,
fueron fundamentales el Corral de
Comedias, el Cineclub, el departamento
de libros y las actividades de
conferencias y seminarios. Y todo ello
lo organizaban los estudiantes. Allí se
citó prácticamente todo el teatro
independiente de los 60 y 70, con
directores hoy conocidos como José
Carlos Plaza, Juan Margallo, Salvador
Távora, Albert Boadella, José Luis
Alonso de Santos; se proyectaron
películas prohibidas y hubo ciclos de
neorrealismo italiano, la nouvelle
vague, el expresionismo alemán... Hasta
Quadrophenia de The Who se estrenó en
pantalla grande en España.
Además, a través del Centro de Estudios
Juan de la Rosa se programaron
centenares de conferencias. Todo ello ha
seguido funcionando hasta este mismo
año. Y ojalá pueda seguir muchos más.
¡Salvemos el Johnny!
Alejandro
Reyes Domene es presidente fundador del
Club de Música y Jazz San Juan
Evangelista y entró a vivir en el
colegio en 1966, su año de apertura.
De Camarón a Chet Baker
Entre cientos de actuaciones destacan
dos emotivas: Camarón de la Isla, en
1992, y Chet Baker, en 1988. Fueron las
últimas en vida de los dos.
¿Cómo funciona el club? Los estudiantes
cuentan con la sala del San Juan y hacen
el trabajo de producción de forma
altruista. Esto permite que un pequeño
presupuesto dé para decenas de
conciertos. Muchos músicos rebajan su
caché o cobran sólo la taquilla por
reconocimiento al carácter y la solera
de la institución.
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