El San Juan
Evangelista, Bien de
Interés Cultural
Madrid, a 10 de abril de
2011
Ni siquiera la religión
monopoliza el adjetivo
“sagrado”. Lo dice muy
claro la Real Academia
Española en su cuarta
acepción del término:
“Digno de veneración y
respeto”. Ni que decir
tiene que el Club de
música y jazz San Juan
Evangelista (el Johnny)
se ganó esa categoría
por méritos propios hace
ya bastante tiempo.
Hay quien cree que el
Johnny es un auditorio
de arte y ensayo, de
tendencias
contemporáneas, de
música para entendidos.
La perspectiva que sólo
el tiempo otorga
demuestra que el arte ha
prevalecido sobre el
ensayo, que el equipo
del San Juan Evangelista
es visionario y siempre
ha sabido apostar
inteligentemente por los
valores del futuro.
Acompáñenme en un breve
recorrido por la
historia del club y lo
comprenderán.
No hace falta saber
mucho de jazz para
valorar en su justa
medida lo que ha pasado
por el escenario del
club. Integran la
abultada nómina de
artistas leyendas como
los trompetistas Chet
Baker, Dizzy Gillespie
(el de la trompeta
doblada) o Wynton
Marsalis (actual
director del neoyorquino
Jazz at Lincoln Center),
el vibrafonista Gary
Burton (decano y
posteriormente
vicepresidente ejecutivo
de la Berklee School of
Music), las cantantes
Astrud Gilberto (la que
grabó la versión
original de “La chica de
Ipanema”) y Diana Krall,
los saxofonistas Dexter
Gordon (el de la
oscarizada película
Round Midnight), Ornette
Coleman (el inventor del
free jazz) y Paquito
D’Rivera, los
guitarristas John
McLaughlin y John
Scofield, los pianistas
Chick Corea, McCoy Tyner
(del grupo de John
Coltrane) y Ahmad Jamal
(inspiración de Miles
Davis, ni más ni menos),
los míticos baterías Max
Roach, Art Blakey, Tony
Williams y Roy Haynes
(algunos llegaron a
colaborar con la
mismísima Billie Holiday),
el contrabajista Dave
Holland, el vocalista
Bobby McFerrin (el del
“Don’t Worry Be Happy”),
los abanderados de la
libre improvisación Art
Ensemble Of Chicago,
Cecil Taylor y Archie
Shepp o los padres del
nuevo jazz europeo Jan
Garbarek y Esbjörn
Svensson. También pisó
sus tablas, por
supuesto, lo más granado
del jazz nacional, dando
cabida a Tete Montoliú,
Pedro Iturralde y los
“nuevos flamencos” Jorge
Pardo, Carles Benavent y
Chano Domínguez.
El Johnny también ha
sido (es) un templo del
flamenco. Enrique
Morente, José Mercé,
Vicente Amigo, Manolo
Sanlúcar, José Menese,
Sordera, Felipe
Campuzano, Carmen
Linares, El Lebrijano y
el mismísimo Camarón de
la Isla entre muchos
otros pasearon su duende
por el Colegio Mayor. Si
seguimos hablando de
músicas de raíz, también
se ha contado con el
folk de Gwendal,
Milladoiro, Oskorri o La
Musgaña, la tradición
cubana de Irakere o Bebo
Valdés, la canción
brasileña de Jayme
Marques o Tania Maria y
el blues de John Hammond.
Y no olvidemos el
habitual festival de
gospel.
¿Algo más? Por supuesto:
bandas, cantantes y
cantautores de los que
regalan sentimientos.
Algunos apuestan por la
belleza, otros por la
melancolía. En algunos
casos hablamos de
agrupaciones muy
valientes en tiempos muy
difíciles. La lista
estremece: Silvio
Rodríguez, José Antonio
Labordeta, Mercedes
Sosa, Joaquín Sabina,
Hilario Camacho, Carlos
Cano, Guadalquivir,
Jarcha, Mocedades,
Triana, Luis Pastor,
Javier Ruibal, Ana
Belén, Víctor Manuel, El
Gran Wyoming, Benito
Lertxundi, Jorge Drexler,
Javier Krahe.
Menciono a artistas
históricos, pero el
carácter profético de
las programaciones del
club no acaba aquí. Hace
ya dos años que
Esperanza Spalding subió
al escenario del Johnny.
Acaba de ser galardonada
con el premio Grammy a
mejor artista
revelación. Hace apenas
dos semanas pudimos
disfrutar de la
espectacular actuación
de Trombone Shorty,
joven cantante,
trombonista y
trompetista de Nueva
Orleáns. Este verano ya
figura en la
programación de los
grandes festivales
europeos y
estadounidenses,
incluyendo el
JazzBaltica alemán, el
BluesFest de Londres, el
italiano Umbría Jazz,
nuestro Festival de Jazz
de Vitoria y el mítico
Newport Jazz Festival en
Rhode Island (Estados
Unidos).
Revisen, por favor, la
compilación. Muchos de
estos artistas han
copado grandes
escenarios
internacionales en el
marco de festivales
masivos. Muchos se han
convertido en estrellas
de talla mundial. Todos
ellos pasaron por este
humilde Colegio Mayor.
¿No es grandioso
disfrutar en Madrid, en
España, de semejante
institución? Hay que
estar ciego para no
verlo.
Se rumorea que el San
Juan está pasando por
una situación delicada.
Se habla de falta de
patrocinadores y,
muchísimo peor, de falta
de apoyo institucional.
En el cartel del
reciente Festival Jazz
es Primavera los
logotipos brillaban por
su ausencia. ¿Queremos
que este país siga a la
cola de Europa en
materia cultural?
¿Queremos que esta
ciudad sea un hazmerreír
artístico en comparación
con Londres, Amsterdam o
Berlín? ¿Queremos perder
lo que con tanta pasión,
cariño y esfuerzo
desinteresado se ha
construido a lo largo de
cuatro décadas? A
principios de los años
setenta el Johnny fue
capaz de lidiar con la
censura franquista,
imponiendo la Cultura
con una actitud pasiva y
silenciosa, nunca
resignada. Se ha sabido
sacar partido a los
escasos activos con que
se ha contado,
adaptándose
continuamente a los
tiempos que corren.
Sería muy triste que la
historia del club (ya
integrada en la Historia
con mayúsculas) acabase
debido a la falta de
interés por parte de las
entidades, a la falta de
mecenazgo, a la falta de
subvenciones estatales,
autonómicas y locales.
Esperemos que no sea
para tanto. Confiemos en
el buen hacer de nuestra
Administración y en el
aplastante sentido
común. El Johnny es
sagrado. El Johnny es un
Bien de Interés
Cultural. Sólo falta que
le pongan el sello.
Arturo Mora Rioja
Músico
Crítico de jazz
Funcionario público
D.N.I.: 51664984-S
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